También empleada apelando a la negativa: “No llegar a buen puerto”. Esta frase ilustra sobre la posibilidad o sobre la concreción efectiva de que las cosas se encarrilen hacia o lleguen a un destino seguro o exitoso. Como se adelantó, puede ser a la inversa según como la usemos, siempre recurriendo a la metáfora del barco y su recorrido por los mares hacia un puerto indeterminado, que es el objetivo perseguido.
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