Dicen que un hombre común llevaba un carro cargado y se le rompió en un camino por el que venía San Bernardo. De inmediato, el hombre le rogó al santo que interviniese ante Dios para que se arreglase el carro, a lo que el santo contestó: “Yo le rogaré a Dios, amigo, y tú, entretanto, da con el mazo”. Otra versión señala que un artesano debía realizar un trabajo muy dificultoso, tallando unas caras, y le pidió a Dios que se hicieran por obra y gracia suya. Como el milagro no obrara, el padre del tallador manifestó: “A Dios rogando y con el mazo dando”. Desde entonces, la expresión indica que mientras pedimos ayuda divina, nos esforcemos por sacar el trabajo adelante. Así y todo, son muchos los que la usan para describir cierta dualidad manifiesta en la conducta de alguien: reza y va a misa, pero es cruel o avaro con los demás.
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