Significa hacer algo rápido, sin miramientos, y obtener el rédito que de ello provenga. La expresión proviene de la costumbre ancestral de cazar animales, en especial liebres y conejos, con los que paliar el hambre. Se los perseguía y, cuando se los tenía a tiro, se les asestaba un garrotazo. Las presas obtenidas luego eran acumuladas en bolsas para su mejor traslado.
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