Mezcla de consejo y de consuelo, este refrán apunta, en sus usos más comunes, a dos situaciones básicas. Puede utilizarse para dar ánimo a aquellas personas que deben afrontar una situación complicada, en las que las chances de alcanzar el objetivo aparecen como escasas. Por otra parte, también se dice cuando los acontecimientos ya se han desarrollado lo suficiente como para notar que las posibilidades son remotas, es decir, cuando el margen para un final feliz o victorioso es mínimo. La esperanza está asociada a la religión, tanto que el catolicismo la propone como una de las virtudes teologales, junto a la fe y a la caridad. También la mitología la ha tenido en cuenta, como en el caso de Pandora, pues es lo último que quedaba en la caja que abrió por curiosidad, desatando males por la Tierra. La cuestión es que siempre hay que confiar, aunque el panorama no sea alentador.
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