Advertencia para aquellos que creen que todos los días son favorables, que piensan que cualquier momento es recomendable para emprender acciones con resultados exitosos, o que, si una vez las cosas se dieron como querían, siempre será así. Apunta a disminuir el optimismo exagerado, a hacer notar que los éxitos o la suerte no estarán de nuestro lado todo el tiempo. La frase ancla su sentido en el festejo de la Inmaculada Concepción de la Virgen María, que se da sólo una vez al año, el 8 de diciembre, fecha declarada formalmente por el Papa Pío IX (1792-1878), en 1854.
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