En España, en 1426, cuando el rey era Juan II de Castilla y León (1406-1454), caballeros cristianos apresaron a 40 moros, entre los que se encontraba Hamet, sobrino del jefe Abdalá. Cuando los moros fueron a pagar el rescate, el jefe de los captores, don Fernández de Valdespino, se negó a aceptar la suma acordada inicialmente, debiendo agregarse los gastos de mantenimiento del reo, unas 100 doblas de oro. Los moros se inquietaron, temiendo no recuperar al cautivo. Debió intervenir el rey, trasladando a Hamet a la corte, donde se parlamentó largo y tendido. El pueblo comenzó a rumorear que los españoles “querían quedarse con el oro y el moro”. Desde entonces, esta frase alude a pretender más de lo razonable o de lo pactado originalmente.
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