Se trata de una frase emanada de la comunicación social masiva, muy reciente, que fue rápidamente incorporada a la fraseología popular argentina para significar que una velada presenta ribetes especiales o muy llamativos. Su autor es argentino, el conocido estilista de estrellas, Roberto Giordano (1945), en ocasión de hacer la presentación de desfiles de modelos top, a partir de la década de los ´90, junto a su compañera de transmisión, Teté Coustarot (1950). Giordano usaba la expresión como latiguillo para darle espectacularidad al frívolo acontecimiento, que por supuesto tenía lugar por las noches.
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