Es larga la tradición humana de pelear con espadas, armas fabricadas primero con madera y luego con metales. Toda vez que un espadachín lograba colocar a su oponente entre la punta de su espada y una pared, el pleito estaba definido y el final de la lucha quedaba librado a su voluntad: la muerte o el perdón. Hoy se recurre a dicha fórmula oral para describir aquellos casos en los que uno está envuelto en un gran aprieto y no sabe cómo salir de él. Más puntualmente, se aplica a las circunstancias en las que se debe tomar una resolución en la que, seguramente, y cualquiera sea la definición, quedaremos mal con alguna de las partes involucradas en el conflicto.
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