El origen del dicho sería el desorden provocado por la turba durante el juicio que llevó a Cristo (0-33) a la crucifixión, cuando los judíos se alborotaron para inducir a Poncio Pilatos a que se inclinase por ejecutar a Jesús en lugar de Barrabás, carismático ladrón de la época. La muchedumbre, enardecida, gritaba: “¡Tole, tole, crucifige eum!”, que en español sería: “¡Quítalo, quítalo, crucifícalo!”. Hoy se usa la frase para describir cualquier tipo de confusión en la que participan muchas personas.
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