Eso fue lo que les dijo el Emperador Tiberio (42 AC-37) a quienes, bajo su gobierno, se encargaban del cobro de los impuestos. Mostrando un mínimo de piedad por los súbditos, aquel famoso mandatario antiguo indicó, a quienes recolectaban sin escrúpulos las divisas para el fisco, que se podía obtener dinero de los pobladores, con un amplio margen de rigor, pero si ciertos límites se trasvasaban, la tarea de obtener dinero sería inútil o contraproducente por llevarla a un extremo. Su moraleja se emparenta con la de otro adagio muy conocido: “No hay que matar a la gallina de los huevos de oro”.
A LAS OVEJAS SE LAS PUEDE ESQUILAR, PERO NO DESPELLEJAR
16 abril, 2010 por sergiodomingo
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